Envuelta
en la inmensidad, inmersa en el todo y en la nada, “víctima” de la melancolía,
presa de una preocupación indescriptible al saber que mi familia está viviendo
una situación muy diferente a la que vivo aquí, en esta ciudad en la que, a
pesar de estar a solo unas horas de distancia, “parece” no ocurrir nada, vinieron a mí varias interrogantes:
¿Y si
defendiéramos a nuestra patria con el mismo celo con el que nos enfrentamos a
cualquiera que se atreve a tocar a un ser querido?, ¿y si trabajáramos día a
día por construir un México mejor con la misma entrega con la que buscamos
obtener el ascenso millonario de nuestra vida?, ¿y si mantuviéramos nuestros
aires insurgentes y nuestros ánimos redentores y libertarios incluso estando
fuera del aula de clases?, ¿y si nos condujéramos por la vida con la misma
rectitud y dureza con la que juzgamos a nuestros semejantes?, ¿y si acogiéramos
a nuestros hermanos mexicanos –sin distingo- con la misma dulzura con la que
tomamos en nuestro regazo a los niños, con el mismo amor con el que una madre
besa a su primogénito?, ¿y si viviéramos plenamente los valores que llevamos
tatuados como mexicanos que somos?, ¿y si al recibir una “dádiva” pintada de un
color específico de parte del gobierno nos indignáramos de la misma manera en
que lo hacemos cuando un hombre golpea, cual bestia llena de furia, a una mujer?,
¿y si en lugar de mostrar lástima y desprecio por los desprotegidos, lucháramos
por transformar a nuestra nación en un país incluyente?...
… Esta
respuesta sí la tengo, ¡todos la tenemos!: México sería un país distinto… No sé
si se colocaría como una potencia mundial… Eso no es lo importante, es más, no
creo que sea ésa la meta que perseguimos los mexicanos… Lo que sí aseguro con
todas las fuerzas de mi alma, es que México y cada uno de sus habitantes,
viviríamos con dignidad, con seguridad, con placer, con gozo de haber nacido en
esta tierra, con un corazón rebosante por ver a nuestra nación como anhelamos,
desde hace mucho, en lo más profundo de nuestro ser.
Se puede, ¡sí
se puede!, porque desde el momento en el que Dios nos bendice con la
oportunidad de despertar un amanecer más, es suficiente para entender que somos
privilegiados ante tantos seres humanos que día a día se ven caídos,
desaparecen, son muertos.
México: ya
no te engañes, ya no permitas que “los menos” acaben con “los más”… No será
sencillo, pero lo tienes todo, está en tus manos y mientras exista un solo hijo
tuyo que lo crea y lo viva, hasta ese entonces, siempre habrá oportunidad para
ti.
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