Escuchando una canción que hice mía desde
hace algunos meses, viene el recuerdo casi perfecto de un gran día contigo. Se
agolpan en mi mente las imágenes, se cuelan en mi corazón las emociones.
Con tanto que he dicho en todo este
tiempo, me empieza a resultar complicado dar sentido lógico a lo que siento, a
lo que me pasa y es que cada empiezo a creer –un poco más- que las palabras
están por agotarse y que, en cambio, lo que queda y se desborda son las
emociones… Ésas que se transmiten a través de una mirada, una sonrisa, un toque
directo del alma, una caricia de corazón a corazón. Ésas que lo sobrepasan
todo, que lo renuevan todo, que lo trastornan todo. Ésas que hacen reír,
cantar; ésas que el espíritu es incapaz de controlar y ocultar porque, de
guardarse, pudiesen llegar a explotar.
“Hopelessly devoted to you”…
Del
amigo, del guerrero, del hombre… De tu perfume, de tu forma de pensar y ver las
cosas, de tu muy engañosa talla de camisa, de tus brazos “peludos” que te
resistes a depilar, de tu piel “pálida” a la que le caería bien un bronceado.
De la manera en la que te expresas de la gente, de lo que has logrado con todo
y los muchos obstáculos que has encontrado en el camino.
De tus contrastantes facetas y
personalidades, del hombre que aún ríe, bromea… Del hombre que pide tortillas
cada vez que va a comer, que evita los lácteos porque dice que cada lácteo
menos es un día más.
Del hombre rudo y duro en apariencia, que
es en el interior casi tan frágil como un cristal.
No hay comentarios:
Publicar un comentario