domingo, 22 de abril de 2012

México


     "Pobres mexicanitos, no se han dado cuenta que si este barco se hundió, no fue solo por los errores del timonel, sino por la desidia y la torpeza de los remeros" (Antonio López de Santa Anna)…

     Sí, sí México, es cierto, eres bello; tus escenarios naturales impactan a cualquiera, tu gastronomía es única en el mundo, te catapultas en el ideario internacional por la servicialidad de tu gente, por tu alegría, porque los mexicanos saben cómo divertirse, saben ser amables…

     Pero está presente también la segunda cara de la moneda, ésa que me cuesta aceptar que palpita, que está latente: México sigue siendo sinónimo de sombreros, tequila y rebozos; y en las palabras de los propios mexicanos, somos machistas, corruptos, impuntuales, cobardes, mentirosos, chismosos, incultos, holgazanes… 

     Y la lista aquí sí que continúa: que tenemos un gobierno al que lo único que le importa y satisface es el dinero y el poder exacerbados, que creemos fervientemente en el cambio pero no hacemos nada por alcanzarlo, que para nosotros la palabra “triunfo” está prohibida… Que la libertad y la buena vida son dos cuestiones que jamás conoceremos…

     Después de escuchar la descripción que Ocatvio Paz hace del mexicano, he de confesar que me encuentro como desorientada y es que, a diferencia de los demás autores que a lo largo de mi instrucción y de mi vida he venido escuchando, Paz ubica como “virtudes” ciertas características que tenemos los mexicanos… Y entonces, es aquí donde me pierdo… Porque en teoría sus líneas suenan exquisitas, creíbles, alentadoras, pues resulta motivante pensar que no es incorrecto el hecho de que un mexicano busque estar solo, que busque  enarbolar con total orgullo el estandarte del estoicismo, que tenga como una de sus más grandes virtudes populares la resignación… Y entonces, llega mi duda: ¿en qué momentos nos desviamos? ¿En qué situación estas características que al oído resultan agradables tomaron otro rumbo?

     No puedo callarlo: me emocionó el viraje encontrado en las palabras de Octavio Paz, me ilusionó la posibilidad de ver a mi país poseedor de la grandeza que le corresponde… Y me hizo vibrar el saber que, probablemente, nuestros mayores defectos sean también las mayores virtudes con que contamos… Y que en esta arma de doble filo se encuentre –hábida por salir a la luz-  la salvación para nosotros, los mexicanos….

     …Nuevamente estoy extasiada… Una vez más viene a mí la imagen de un México esplendoroso, ecuánime, victorioso… Y no tengo duda: sí se puede, aunque suene a cliché, aunque la expresión parezca ya agotada… Con todo el corazón sé que se puede… Y que este país del que me siento verdaderamente orgullosa, no va a morir sin ver algo diferente; no va a morir sin encontrar sus ojos llenos de lágrimas de emoción al presenciar el sol saliendo para su pueblo. 



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